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SOBRE NOSOTROS

Historia de Twijnstraat 13

Vergulde Fontein

Hace mucho tiempo, en el siglo X, la zona donde se cruzaban Twijnstraat y Ridderstraat se encontraba en una elevada cresta arenosa al oeste del río Reie, al sur de "Het Wijk", el bullicioso puerto que conectaba con Langerei y la famosa desembocadura del Zwin. Fue en este lugar estratégico donde comenzó a formarse un primer barrio comercial que sembró las semillas de lo que con el tiempo se convertiría en la bulliciosa ciudad de Brujas.

A lo largo de los siglos, Brujas floreció y pasó de ser un modesto asentamiento a un bullicioso centro de comercio y cultura. Los ricos comerciantes, atraídos por la prosperidad de la ciudad, compraron vastas propiedades en esta floreciente metrópolis. Los barcos llenos de mercancías exóticas procedentes de tierras lejanas atracaban en los puertos de Brujas y su preciada carga debía almacenarse de forma segura antes de ser vendida en la Plaza del Mercado.

Brugae Flandricarum urbium ornamenta, kopergravure, 1581
Discovery 14th century cellar Bruges

En el siglo XIV se construyó un milagro bajo las calles empedradas de Brujas: una bodega conocida como Vergulde Fontein. Esta cámara subterránea, protegida del calor del sol, ofrecía las condiciones perfectas para almacenar bienes preciosos como especias, alimentos, tejidos y tesoros raros traídos por estos barcos marineros.

Sin embargo, Brujas no tardó en atraer a más visitantes. En el siglo XV, se construyó una casa de huéspedes llamada "De Drie Koningen" sobre la antigua Vergulde Fontein. Su propósito era ofrecer un refugio hospitalario a los mercaderes y barqueros que cruzaban los mares y buscaban la paz en el abrazo de la ciudad.

De Drie Koningen, con su arquitectura gótica y su encantador patio, se convirtió en un refugio para los viajeros cansados. El edificio fue testigo de innumerables historias de aventureros de tierras lejanas, que compartían sus relatos en torno a copiosas comidas y cálidos fuegos.

El nombre de la pensión, "De Drie Koningen", evocaba una sensación de asombro y aventura. Bajo el techo se reunían invitados de todos los rincones del mundo, cada uno con sus costumbres e historias, como los tres Reyes Magos que viajaron a Belén.

Con el paso de los años, De Drie Koningen siguió siendo un faro de hospitalidad, un lugar donde se mezclaban culturas y florecían amistades. Los fantasmas del pasado parecían vagar por los pasillos sagrados, susurrando historias de tiempos pasados.

Hoy, el legado de De Drie Koningen es un testimonio del espíritu perdurable de Brujas. No es sólo un edificio histórico, sino una conexión viva con el rico patrimonio de la ciudad, donde aún se oyen los ecos de antiguos mercaderes y viajeros y donde el calor de la acogida permanece tan constante como las estrellas en el cielo nocturno. Es un lugar donde el pasado y el presente se mezclan armoniosamente, ofreciendo a los viajeros una visión del espíritu perdurable de Brujas y de las encantadoras historias de quienes recorrieron sus calles hace siglos.